Hoy nos vamos de nuevo al barrio del Born. De hecho, comemos en plena plaza de Jacínt Reventós o, mejor dicho, preferimos hacerlo dentro de este pequeño restaurante de largo recorrido y currículum interesante, pues, ni la masa de turistas que lo abarrotan todo ni el bochorno-plaga bíblica anual- dan tregua a esta ciudad. Estamos, pues, en el meollo de la Barcelona golosa, a la sombra de Santa María del Mar y a dos pasos de mi añorada Escuela Hofmann. Uno de los rincones de la vieja Ciutat Comtal que atesora más rincones gastronómicos interesantes por metro cuadrado.
Con todo, hay que huir de la oferta de la cocina del ensamblaje y la “puñalada” y dar con algún rincón que, al menos, tenga la decencia de cocinar in situ. Creo que esta vez, pese a mis prejuicios, lo hemos conseguido, pues detecto una vocación culinaria por expresar en un chef joven que quiere huir de la mediocridad, a pesar de que debe hacer concesiones en la carta para abarcar “todos los gustos”, lo que incluye el mantra de los típicos pulpos-bravas-croquetas-tartares de salmón. Ya se sabe, en gastronomía hay platos que se convierten en la canción del verano. Has de hacerlos sonar, te guste o no.
A pesar de eso, he de decir que todo lo servido, desde lo más clásico a los más innovador o “personal”, estaba realmente bueno, único calificativo que al final importa. Supongo que el currículum de este Telefèric avala esta oferta sorprendentemente gustosa . Nos cuentan que en 2014 se alzaron con el premio a la mejor tapa de Barcelona, que al año siguiente su homónimo en San Cugat se llevó el premio al mejor restaurante y que, en San Francisco, donde también tiene sede, varias revistas del sector han premiado su labor. Y todo ello empezó en el 93 gracias al empeño de una navarra por traer a Barcelona el pincho de calidad en una época en la que aún los catalanes no sabíamos qué era eso de la hilera de rebanadas coloristas en formación sobre una barra de bar. La misma señora que ahora llena su local de cuadros y objetos artísticos logrando así que los rincones de este local no pequen de un interiorismo “en serie”.
Emplazados, pues, en la planta baja ( cuenta con una segunda más tranquila), empieza un baile de platos. Quién quiso se dio una vueltecita por la barra de pinchos para empezar. El resto, dimos el pistoletazo de salida con unas croquetas de jamón, una tosta de foie poelé con cebolla caramelizada muy rica, sin aditamentos innecesarios. Seguimos con las bravas que nunca faltan y de las que cada maestrillo dice tener su secreto. Las de Telefèric son perfectamente dignas, sin necesidad de imitar a las de Arola. Llegaron las carrileras envueltas en un bao- melosas, nunca fallan-, canelones de butifarra y salsa de ceps, tal vez un poco densos por el exceso de grasa, una carne muy correcta y en su punto, un pulpo con parmentier (cómo no!), un tartare de salmón con mango- una diana segura- y lo mejor: las vieiras al curry con humus de remolacha y lima, refrescantes y delicadas, con chispa . Un par de postres bien elaborados acabaron la comida, las torrijas y el chocolate en distintas texturas, más algún que otro cóctel de los que siempre dejan buen sabor de boca.
En resumen, por unos 25/30 euros, dependiendo de la bebida puede probar algunos platillos nada desdeñables, mientras imagina cómo era aquel pequeño juguete suizo con el que empezó esta historia.
Inés Butrón
Telefèric
Plaça de Jacint Reventós s/n
Barcelona
93 51733700
Horario: de 11’30 a 00’00 h. ininterrumpidamente.
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