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EL TEMAMACARRONES RELLENOS DE CARRILLERAS, LA RECETA DE LA XARXA, Y EL VINO FINCA GARBET DE PERELADA. POR MIQUEL SEN

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Sobre la pesca del bonito [ Ir a EDITORIAL ] [ Volver ]
 

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Con los primeros días de junio muchos barcos parece que están sufriendo una mutación. En sus costados comienzan a instalarse antenas de gran tamaño. Son “las cañas” para pescar el bonito. Hace años esta captura anual se hacía con auténticas cañas en las que se fijaba el cebo. En cada anzuelo  se enganchaba  una carnada que despertaba el apetito de unos bonitos que llegan puntuales a la cita con los pesqueros en aguas próximas a las islas Azores.
Quedan imágenes de este sistema de pesca tradicional en el que la fuerza y la rapidez del hombre eran fundamentales para hacerse con los bonitos y llevarlos de un solo impulso a cubierta. Muchas veces los anzuelos salían despedidos con la fuerza del estirón y acababan golpeando todo aquello que estaba a su alcance, incluidos los cuerpos de los marineros. Había que echarle musculo y reflejos, apoyándose muchas veces en una pantalla de agua regada con aspersores desde la cubierta. El centelleo impedía a los pescados la visión clara de su tramposo enemigo.


Este concepto de pesca artesanal todavía sigue vigente. Por estas fechas muchos barcos merluceros de pequeño tamaño que han agotado su cuota se reúnen en flotillas que agrupan matriculas de medio Cantábrico y de Atlántico gallego con la esperanza de encontrar buena pesca.  Ya no utilizan la fuerza del brazo, si no de unas pértigas de 17 metros  movidas hidráulicamente. En cada costado del barco trabaja una de ellas levanta   5 sedales con sus anzuelos. A popa cada pesquero tiene 5 carretes más. Para capturar los bonitos es imprescindible una coordinación perfecta, para que no se enreden las líneas. Además, el patrón ha de adecuar la velocidad al número de capturas que se van produciendo y a la habilidad de su tripulación, en recuperar los bonitos y de volver el anzuelo al mar, entendiendo que no puede detener la nave, porque entonces se enredan los sedales entre ellos o con las hélices.  Se mueven de una manera totalmente ordenada, como cuando un contable chino trabaja con el ábaco.


 El cebo es de plástico, pero la habilidad de los marineros para que no se enreden los anzuelos, llevar el bonito a cubierta y dejarlo tieso con un único golpe en la nuca es el resumen de un saber ancestral.
Ajustar esta visión algo poética a la realidad económica y vital de la flota no provoca tanto optimismo. Es cierto que durante estos días el Anticiclón de las Azores garantiza un tiempo estable, pero los pescados nadan hacia el norte, por lo que los pesqueros acaban navegando “muy arriba”, si tenemos en cuenta que muchos de ellos tienen una eslora de entre 10 y 12 metros. Vida dura la de estos hombres que, en cuanto disponen entre la flotilla, de 10 toneladas, la embarcan en un pesquero que navega hasta La Coruña con los bonitos en las cámaras entre hielo, nunca congelados. Cuando en el mercado dicen fresco del día, a menos de que sea una captura puntual de un barco del día, de los llamados de la marea, lleva un buen tiempo fuera del mar.


Mientras unos pescan de forma artesanal, la flota francesa tiene licencias exclusivas. Dicen los marineros que el día que se firmó el convenio con la Unión Europea, el ministro de entonces Arias Cañete, no estuvo presente. Lo cierto es que un pesquero español tiene una cuota de 33 toneladas de merluza contra las 700 toneladas de muchos navíos franceses. Hay más, la pesca artesanal se realiza en superficie, luego, con la noche, los bonitos bajan a mayor profundidad. Allí los sorprenden barcos de otras nacionalidades, que arrastran redes estiradas por dos pesqueros. La calidad del bonito así obtenido, golpeado y ahogado entre las mallas,  nada tiene que ver con la de los artesanales  de anzuelo. Pero las leyes del mercado mandan y hay que conseguir bonito para enlatar a bajo precio. Que sean migas conservadas en un aceite sin nombre no tiene importancia, siempre que sea negocio.


Miquel Sen

Fotos Miquel Sen