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EL TEMAMACARRONES RELLENOS DE CARRILLERAS, LA RECETA DE LA XARXA, Y EL VINO FINCA GARBET DE PERELADA. POR MIQUEL SEN

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Gracias a sus intentos de mostrarnos el porqué de nuestra alimentación a lo largo de los siglos, los antropólogos van mucho más allá de las recetas.  Leer a estos sabios, no a los falsos que se las dan de científicos, gracias a la amigocracia, que todo lo distorsiona, es una fuente de sorpresas. Un paseo por los textos de Lévi - Strauss  siempre deja una huella, a veces visual, como cuando explica su aventura de comer larvas vivas. Es lo mejor que le ofrece la tribu y por tanto no le queda más remedio que zamparse un bocado de bichos retorciéndose. Resultan frescos, suavemente azucarados.
Igualmente brutal es la descripción que me hizo una amiga de su visita a un mercado del Congo en el que los cerdos, una vez sacrificados, se hervían enteros, para luego destriparlos en medio de un olor nauseabundo. De los perros preparados a la china, prefiero no escribir. Queda claro que cada tribu se lo monta a su manera.
En estas tierras peninsulares comer también da que pensar. Con la carne mantenemos  un juego del más sorprendente. Si tuviera cultura suficiente me gustaría investigar porque en la Biblia, el libro que ha marcado la manera de vivir de los occidentales, se llena el Arca de Noé de animales, unos fieros, otros proteínas para comer, sin mención de las plantas indispensables para nuestra alimentación. Los de esta cultura damos por supuesto que lo verde tiene poca importancia. A lo sumo una rama de olivo explicativa de que no va a faltar a los elegidos aceitunas y  aceite para freír e iluminar la noche.
El deseo de comer la máxima cantidad de carne roja parece estar anclado en nuestros genes. Las cadenas de hamburgueserías se promocionan anunciando la doble ración de carne picada, potenciada por el beicon, que también es parte de la imagen carnívora que nos hemos hecho del mundo. El tema se complica, o se me complica, cuando entiendo que para producir estas proteínas animales tenemos que importar toneladas de soja del otro lado del mundo. Un impacto energético que no nos hace mover ni un musculo. El exceso de carne en nuestra dieta se amplifica gracias a la astucia de las multinacionales que mueven sus hilos por las sedes del poder europeo. Un golpe de varita mágica, es decir una presión sobre un comité y ya tenemos el mercado de la leche liberalizado. Como consecuencia los ganaderos están bajo mínimos y tienen que vender primero la leche y luego  las vacas a precio de saldo para beneficio de las grandes cadenas que seguirán preparando magnificas hamburguesas bien rojas.
Estoy seguro de que un país sin agricultores es territorio muerto. De aquí que comente a mis lectores la imperiosa necesidad de buscar canales de compra de buena carne que respeten  el trabajo del hombre. Una solicitud que alcanza a los restaurantes que tienen el chuletón y el lomo como platos estrellas. No vale que nos digan que es carne gallega, o buey de León, (curioso, siempre hay más bueyes que vacas, cuando todos sabemos que es al revés). Observemos con tanta sorpresa como lo hacen los japoneses las carnes tipo Kobe, más veteadas que las de un cerdo mal criado y elijamos aquellos restaurantes que nos ofrecen,  no  una res cualquiera, fatigada por la estabulación, sino un rumiante que ha conocido el prado y el buen trato del  ganadero. En nuestra tribu debiera ser así.

Miquel Sen
Julio 2015