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EL TEMAMACARRONES RELLENOS DE CARRILLERAS, LA RECETA DE LA XARXA, Y EL VINO FINCA GARBET DE PERELADA. POR MIQUEL SEN

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Los cuernos del señor Steiner [ Ir a EDITORIAL ] [ Volver ]
 

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En el año 2015 existían sobre nuestro planeta más de 2.700 granjas que seguían los métodos de agricultura biodinámica. Poco tiempo después se contabilizaban más de 100.000 hectáreas de tierras agrícolas en las que se seguía esta práctica. Una firma, Demeter certifica en Francia (y no sé si en España) los productos biodinámicos en competencia con otra llamada Biodyvin. La cosa tiene mérito si sabemos exactamente cuáles son los principios que rigen estas técnicas inventadas por Rudolf Steiner.
Este caballero (1861 - 1925) es fruto del idealismo alemán. Al amparo de filósofos como Kant, Fichte y Schopenhauer pasó del mundo de lo empírico de lo paranormal, entrando de lleno en el ocultismo. En su libro “Ritmos en el cosmos y en el ser humano” cuenta como ha conocido vidas anteriores y de qué manera nos hemos encarnado. Todo encaja en una cosmología que lleva desde lo alto, el sol, la cabeza o las hojas, hasta la tierra y los pies donde se realizan procesos increíbles sobre los que se puede repartir la materia astral.
Para ello nada mejor que un cuerno. No uno cualquiera, sino de vaca de mediana edad. Los de las reses viejas no sirven y los de las más jóvenes no tienen potencia creativa. Utilizarlos como regeneradores del suelo forma parte de su discurso entre nostálgico e increíble. Para practicarlo hay que saber que el agua no es un compuesto químico a base de oxígeno e hidrógeno sino que se trata de una precipitación vector de fuerzas venidas de otros planetas. Según sea la lluvia todo será distinto, incluido el poder calorífico de los robles. Cojamos un cuerno de vaca, porque los de ciervo no valen. Los primeros transitan del exterior al interior llevando la energía de los astros, mientras que los de otros rumiantes no sirven de nada y se caen. Una vez tenemos los astas hay que vivificarlos mediante un estercolero especial. Un estercolero espiritual que debe fecundar el subsuelo. A partir de él, y siguiendo prácticas homeopáticas que inventó Samuel Hahnemann se busca una porción de estiércol. Ojo, Steiner dice que está lleno de “enormes fuerzas astrales y etéricas”. Cuando se tiene una buena cucharada se diluye en el agua. La fórmula para un cuerno es medio cubo de esta agua con la que se tratarán 1.200 metros cuadrados, ni uno más ni uno menos. A los que se pregunten por qué solo 1.200, y no una hectárea hay que responderles que 1.200, alias 12 es el número de los planetas.
Dicho de otro modo, y esto es bonito, todo lo vivo está vivo. Más aún, si seguimos al maestro, quemamos las semillas de las malas hierbas, llenas de enormes poderes cósmicos y las repartimos por el campo, en dos, o en cuatro años, no queda claro la diferencia de tiempo, ni el por qué, éstas habrán desaparecido hacia el astral.
Evidentemente si estas teorías las hubiera lanzado un señor de las chirigotas de Cádiz lo hubieran llamado charlatán. Pero envuelto por el prestigio del idealismo alemán, del concepto de Kant que separa el mundo fenomenal del mundo del conocimiento, las teorías de Steiner tienen amplio recorrido.
Lo malo es que muy pocas de ellas, tras constatación científica, pueden tener utilidad a nivel práctico. Agarrarse a los cuernos de vaca me ha llevado a probar vinos biodinámicos absolutamente horrorosos, prácticamente imbebibles. Así que le regalo los caldos logrados a base de cuerno disuelto y me quedo con todas aquellas bodegas que trabajan de una manera perfecta, cuidando con criterio científico el campo, la viña y sus resultados. Por ejemplo la Bodega Martín Códax, que usa técnicas que permiten la clasificación y la selección de uvas con diferentes perfiles aromáticos.