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EL TEMAMACARRONES RELLENOS DE CARRILLERAS, LA RECETA DE LA XARXA, Y EL VINO FINCA GARBET DE PERELADA. POR MIQUEL SEN

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or Miquel Sen
Vista la marcha de este país que descubrieron los marcianos un día que iban cazando conejos por el espacio, se llega a la conclusión de que somos muy imaginativos pero incapaces de solucionar nuestros problemas más acuciantes. Una creatividad que me ha hecho pensar en el posible invento de una figura holográfica que saliera cada tarde a aplaudir a los balcones, saludando lo bien que van las cosas. El ingenio podría verse desde la derecha o la izquierda con toda su luminosidad. En el primer caso, en lugar de palmas, debería mostrar una ruidosa cacerola. Mientras nuestro alter ego da rienda suelta a sus aplausos o condenas, nosotros podríamos ejercitarnos en el arte de no utilizar la mascarilla, pegarse lingotazos en grupo o celebrar finales y eliminaciones en manada. Es el camino ideal para poder igualarnos con los peores-mejores, es decir, EEUU y Reino Unido, líderes en la contaminación pandémica. 

Al margen de la ironía, cabe recordar lo rápido que hemos olvidado todas las dificultades ligadas a la alimentación que juramos resolver rápidamente. A lo largo de este desértico mes de agosto, las pocas noticias que he podido leer sobre el sector agrario y la repercusión en nuestros actos en su mantenimiento es de lo más deprimente. Leo en el blog del amigo Pepe Peñín, del que sé su fé indomable en encontrar buenos vinos, que ha descubierto en Mercadona, el reino del señor Roig, una oferta de un tinto que no llega a 2€. Es la máxima calidad de una bodega (por respeto no pienso mencionarla) de la que Peñín dice ¨su botella más barata vale 6€¨. Su descubrimiento corresponde a la gama alta de la firma. Pobres viticultores y socios de esta empresa, ahogados por el abrazo del poderoso Roig. Sometidos al yugo de la gran distribución descubriremos promociones que ponen los pelos de punta. Sin ir más allá del Lidl podemos caer en la tentación de hacernos con unas nécoras ya cocidas, ½ Kg a 4,49€ o el milagro de langostinos crudos en bolsa de 800gr a 5,99€. Hay más, los 2kg de langostinos andan por los 15€. 

Por supuesto, todos tenemos derecho a comer y tal como pintan las cosas, las carteras no andan tan sobradas como para hacer florituras. Pero lo cierto es que la comida diaria no la podemos cocinar a expensas de pescadores y agricultores, o de niños vietnamitas que cazan y envasan las gambas de aguas contaminadas, entre los manglares de una selva que estamos arruinando. En vez de cocinar un arroz con penca de bacalao, o costilla de cerdo, más cuatro buenas verduras, preferimos los langostinos del demonio a los que los chefs con mando en Instagram llenan de salsas al jengibre y cayena, o cucharadas de ajo y perejil, como única manera de camuflar su sabor a nada escondido entre el barro.  Es evidente que si no respetamos el circuito comercial básico nos estamos pegando un tiro en el pie que tendrá como primera consecuencia la desertización de la España rural. 

Acciones para corregir el desastre existen, aunque tengan escasa publicidad. Por ejemplo, en Barcelona el hijo de Santi Santamaría, el famoso chef ya fallecido, ha creado una cadena de distribución entre restaurantes de sus verduras ecológicas y de otros ingredientes con las mismas garantías, comprados a payeses de zonas cercanas al Montseny. Puro kilómetro 0. Pau Santamaría ha conseguido hacer negocio, actitud loable porque abarca a numerosos campesinos que, por fin, han encontrado una línea directa para llegar al punto de venta número 1. Otra posibilidad la plantea ¨De la granja a la Mesa¨, un grupo que certifica en ¨eco¨ sus ventas, asegurándonos que están libres de pesticidas. Se apoyan en directrices de la Comunidad Europea, bajo el título Green Deal. Son las aportaciones más constructivas que he detectado en este mes en que lo más importante parece haber sido tomar el sol en la playa. 

Entretanto, los grandes becarios de BBVA han concedido entrevistas. Joan Roca, pragmático e inteligente, está preparando unas fincas próximas a su triestrellado Celler de Can Roca. Es una buena solución que tiene el toque oscuro de ser de difícil generalización al sector. Por su parte, Ferrán Adrià dice que tiene multitud de ideas simultáneas, pero no nos aclara cuales son. Por lo tanto, solo veo el remedio de la acción personal de buscar la compra en origen. Será más cara que las tentadoras promociones de las grandes superficies, pero por lo menos nos liberará de la vergüenza de tener que decir, cuándo la generación de Greta Thunberg nos interrogue: ¿Y tú que hiciste en esta guerra? Contestar, pues nada, comí carne hinchada de soja y hormonas, sollozando cuándo quemaban la Amazonia. Por los niños de Vietnam que me llenaron el vermut de la playa de gambas y langostinos no moví ni un dedo. No salían por la tele.