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UNA CENA CON ZUBIN MEHTA (Hemeroteca)
Por Antonio Vergara
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Antonio Vergara: Nacido en Valencia, lleva más de tres décadas ejerciendo la labor de periodista gastronómico, con una mirada a lo Far West. El cine y el jazz son también su telón de fondo. Sus inicios fueron en la Cartelera Turia, en 1972 y desde entonces no ha dejado de colaborar en distintas publicaciones, como La Cartelera. Publica los sábados una sección gastronómica semanal ('Menús variados') en el diario 'Las Provincias' de Valencia y los domingos una columna de opinión ('¡Salve y usted lo pase bien!) en este mismo diario". Su primer libro fue Comer en el País Valencia. Le siguieron la Guía Seat Panda, Comer en Carretera, De tapas por Valencia, La España dulce y Protagonistas de Nuestra gastronomía, editado por Editorial Prensa Valenciana S.A. Es director del Anuario de la Cocina de la Comunitat Valenciana. Detenta el Premio del Festival Cinegourland (Cine y Gastronomía),concedido por su dilatada dedicación a la gastronomía y a la crítica cinematográfica.


Una parte del elenco que representó La Traviata, ópera de Verdi (durante octubre y noviembre de 2013),presidida por el maestro Zubin Mehta, cenó pizza napolitana en la Trattoria Da Carlo de Valencia. Fue el15 de octubre del año indicado. Pero el arte no tiene fecha de caducidad, como tampoco la pizza elaborada con amor y honradez. El audaz reportero (yo) estuvo allí.
Los músicos llegaron puntuales, a las 21,30 horas. Al poco, entró Zubin Mehta. Todos se sentaron. El maestro, nacido en Bombay, es una persona sencilla, afable y próxima, un anti divo. Vestía un polo marrón-verdoso. Él quería comer la “vera pizza napolitana” después de un par de funestas experiencias “pizzeras” en Valencia. Y siempre que trabaja en esta ciudad, y es lunes, sabe adónde ir: a la trattoria Da Carlo. El patrón trabaja y fermenta la masa con sus propias manos (y “el sudor de su frente”) durante 48 horas. Programa el horno a 610 º y lista. Luego, le pone los ingredientes de la “vera pizza”.
Hemos descrito al Mehta persona, entrañable y humanista. Empecemos, pues, a cenar. Menú: “vera” y fresca mozzarella di bufala, spaghetti, pizza y postre. Champagne del bueno (Louis Roederer) y vino tinto. Ambiente amistoso y culto. Tanto que, hacia el final, gozamos como pocas veces en nuestra vida con un espontáneo recital de melodías imperecederas.
Todo empezó cuando el tenor Valentino Buzza, sin perder de vista la pizza, cantó “Di Quella Pira”, aria de “Il Trovatore”. Seguidamente, el resto de los artistas se sumó, espontáneamente, a la cocina, el vino (nadie bebió cerveza, como los rockeros) y a
melodías inolvidables. “O Sole Mio”, la tonada napolitana, estremecedora en la voz del
barítono Simone Piazzola. El comedor enmudeció de sentimiento. O “Core’ngrato”, por la soprano Jessica Nuccio y Mario Cerdá, tenor (nacido en Cheste), del Centro de Perfeccionamiento Plácido Domingo.
La escena del brindis- todos a coro- (había motivo: vino y felicidad), de La Traviata (“Libiano Ne Liete Calice”); y la apoteosis final (“Nessun Dorma”, aria de “Turandot”,
de Puccini), culminaron una noche imborrable. Gracias, artistas de verdad.

Antonio Vergara

 


 


Antonio Vergara con Zubin Mehta