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LAS COMIDAS NADA IMPRESIONISTAS DE CLAUDE MONET (Hemeroteca)
Por Antonio Vergara
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Antonio Vergara: Nacido en Valencia, lleva más de tres décadas ejerciendo la labor de periodista gastronómico, con una mirada a lo Far West. El cine y el jazz son también su telón de fondo. Sus inicios fueron en la Cartelera Turia, en 1972 y desde entonces no ha dejado de colaborar en distintas publicaciones, como La Cartelera. Publica los sábados una sección gastronómica semanal ('Menús variados') en el diario 'Las Provincias' de Valencia y los domingos una columna de opinión ('¡Salve y usted lo pase bien!) en este mismo diario". Su primer libro fue Comer en el País Valencia. Le siguieron la Guía Seat Panda, Comer en Carretera, De tapas por Valencia, La España dulce y Protagonistas de Nuestra gastronomía, editado por Editorial Prensa Valenciana S.A. Es director del Anuario de la Cocina de la Comunitat Valenciana. Detenta el Premio del Festival Cinegourland (Cine y Gastronomía),concedido por su dilatada dedicación a la gastronomía y a la crítica cinematográfica.


LAS COMIDAS NADA IMPRESIONISTAS DE CLAUDE MONET 

 

Al mordaz escritor francés Jules Renard (1864 – 1910) no le gustaba el plátano, y para dejar constancia pública de ello, escribió en su Diario: “4 de febrero de 1884. Hoy he probado un plátano por primera vez, y no volveré a hacerlo hasta el purgatorio”.
Esta amarga experiencia –paradójicamente a causa de una fruta dulzona- le sucedió en la residencia campestre del pintor impresionista Claude Monet, sita en el pueblecito de Giverny, a unos setenta kilómetros al noroeste de París y a orillas del Sena. Monet se mudó a esta casa de campo en 1883, a los 43 años. Ya era un pintor reconocido. La villa era de monsieur Singeot. La compró por 22.000 francos. Reformó toda la “maison” y pintó de verde las ventanas, y de una combinación de rosa y blanco la fachada. Ahora es una fundación-museo que debe visitarse.
Monet, gourmet y gourmand, solía terminar sus menús de fiesta, numerosos, con un helado de plátano elaborado por la cocinera, su señora y sacrificada esposa, Alice, que cargaba con su marido, sus ochos hijos y también con las vieras a la florentina, los palomos en compota o los filetes de lenguado a la Véron. Bien es cierto que le ayudaban sus cocineras. En francés suena mejor: “Les recettes, exécutées par les cuisinièrs, sont à l’image de cette fin de siècle. À la fois classiques et inventives, toujours goûteuses et copieuses”. Gran parte de ellas están en el libro “Les Carnets de Cuisine de Monet” (Éditions du Chêne, 1989).


Claude Monet no se dedicaba a cocinar –no sabía-, sino a supervisar su huerta, recoger hongos en los bosquecillos próximos y vigilar el buen estado de salud de los lucios que mantenía en sus estanques para luego comérselos. Era un devoto de este pez de río o lago, cuyo sabor a fango es tan fascinante como el omble chevalier del lago Léman o la llissa (mújol) de La Albufera de Valencia. .
El pintor impresionista era el ideólogo culinario de la maison y quien pagaba las facturas del foie gras, enviado especialmente desde Alsacia (a veces trufado y en crôute), los quesos (Gorgonzola,  Roquefort), el champagne Veuve Clicquot, las trufas de Périgord, las hortalizas del Midi, los capones y las pulardas  o el corzo, que Alice y las cocineras guisaban con agavanzo, una especie de rosal silvestre cuyo fruto le otorgaba una modernista fragancia floral.  Como otro notable “gourmand”,  Rossini, Monet ideaba algunas recetas, caso de la ternera a las aceitunas, la sopa de apio-nabo o las croquetas de bacalao. Todo muy provenzal. A la mesa familiar de Monet se sentaban Pissarro o Auguste Renoir, entre otros del gremio.  Él trinchaba las piezas de caza, los asados y las aves de corral

comedor-de-la-casa-de-monet-en-giverny-funation-monet


Hay tantas sospechas acerca del mundo de los artistas y de los denominados expertos (durante años han entrado falsificaciones de pintores mundialmente famosos en los más importantes museos del mundo; repásese, al respecto, Question Mark / Fraude, 1973, de Orson Welles, cuyo protagonista es el extraordinario falsificador Elmyr de Hory) que algún bromista ha escrito: “Aquel pintor de paredes de Giverny (Jean Dupont) podría ser el autor de algún cuadro del maestro Monet”.
No divaguemos.  Lo que sí está documentado es que Claude Monet anteponía el lucio a la oca –sin embargo, no renunciaba a su foie gras- y que el helado de plátano que tanto detestaba Jules Renard, a él le entusiasmaba. Y que la chef de aquellas “grand bouffe”  en Giverny se llamaba Alice Hoschedé, su mujer.
 “Dans la cuisine et la salle à manger, on ressent encore l’àme de Claude et Alice Monet”. Es cierto. Visiten su casa-museo y sus maravillosos jardines: 84 Rue Claude Monet (Giverny).

Antonio Vergara