La primera vez que vine a Catalunya era bastante pequeña. Mis padres nos llevaron a una fonda en Canet de Mar. Un edificio muy bonito, de Domènech Montaner, en régimen de pensión completa, guardo un recuerdo maravilloso. Acostumbrada a pasar el mes de agosto en Las Landas, bastante lejos del océano, porque la casa que teníamos estaba en un pueblo pequeño a unos treinta kilómetros de las primeras playas, en una época que los niños no teníamos voz para pedir, ni se nos pasaba por la cabeza insinuar una excursión a la playa, en mi casa era así. Nosotros éramos afortunados, mi padre se concedía dos meses de descanso y nos dedicaba mucha atención, sobre todo cultural, el resto del año era el hombre invisible. Así que decidió llevarnos un mes cerca del mar, en España como decía el. Fue un mes de revelación, en Francia nunca había visto a los niños besar la mano de los curas en la calle, ni los bares tan llenos de familias enteras (niños incluidos) a la hora del aperitivo. Mis padres jamás nos habían invitado al restaurante, aun menos a tomar un refresco en un bar. Pero en Canet todo cambio, enseguida nos adaptamos a la hora del paseo, elegantes, limpios, paseando calle arriba, calle abajo, nos sentábamos a la terraza de un bar pequeño, muy divertido y por primera vez mis padres hicieron vida en común con nosotros fuera de la casa familiar. Unos días antes de regresar a Burdeos, nos llevaron a cenar al restaurante Agut de la calle Cignás, en Barcelona. Me acuerdo que mis padres cenaron un pato a la naranja. En Francia antes no era frecuente que los niños salieran con los padres. A regresar a Francia nos fuimos a nuestra casa de Las Landas, se acercaba la salida de los primeros ceps y los rusiñols ya habían hecho su aparición. Me fui corriendo a ver a Francisco Ibáñez, el español, como lo llamaba allí, para contarle lo que había visto en su país Catalunya. El era de Sabadell o tal vez de Tarrasa, recuerdo que me había explicado muchas cosas de su vida, de la guerra civil, de su mujer e hijos que dejo atrás, de su hermano coronel del otro bando. Se le llenaban los ojos de lágrimas cuando hablaba de Catalunya. En el pueblo de Las Landas trabajaba en una serrería. Nos enseñó a conocer y cocinar los rovellons, que nosotros llamábamos “les catalans", en esta época no los recogíamos, pero a partir del señor Francisco mi madre los cocinaba en las brasas de la chimenea. A lo largo de los años mantuve una amistad con Ibáñez, un hombre solitario, triste y callado, poca gente hablaba con el, en la fiesta de verano del pueblo siempre me marcaba con el un baile, la cumparsita, hay! …si supieras, bajo las miradas picaras de la gente del pueblo. Un día le dije que me marchaba a vivir a Barcelona, que pronto el también podría volver, cuando el dictador bajaría a saludar al diablo, me lo habían dicho los refugiados republícanos que vivían en Burdeos y se reunían en un bar que se llamaba Sol y Sombra, pero no me dijo nada, solo hizo un gesto negativo con la cabeza. Supe más tarde que heredó de su familia y que se compró una bicicleta. Nunca volvió a Catalunya.
Bernadette Graner
Receta Ratatouille landaise
Este plato en verano lo servia mi madre bien frío, la ratatouille es distinta de la piperade que también cocinaba mi abuela. Entre las dos recetas hay pequeñas diferencias de ingredientes. Hoy explicare la receta tradicional de Las Landas.
Ingredientes para cuatro-seis personas:
2 cebollas
3 pimientos
3 berenjenas
3 calabacines
8 tomates maduros
2 dientes de ajo
Aceite de oliva
Una ramita de tomillo
Unas hojas de romero
Pimienta de cayenne
Sal
Una cuchadita de azúcar
La elaboración
1: En una cazuela calentar cuatro cucharadas de aceite de oliva y sofreír las cebollas y los pimientos cortados finamente, remover, pasados cinco minutos, tapar la cazuela y continuar la cocción a fuego bajo 15 minutos más. Yo siempre utilizo una cazuela con una tapa que tiene un hueco, (Le Creuset), así puedo poner un poco de agua en el hueco, no hay evaporación, por lo que los alimentos se cuecen sin perder su sabor y no se queman.
2: Pelar las berenjenas y los calabacines, cortarlos a dados pequeños, añadirlos al guiso, salar.
3: Incorporar a la cazuela los tomates troceados limpios de piel y semillas, los 2 ajos chafados groseramente con el cuchillo, un poco de tomillo, de romero, una pizca de pimienta de cayenne y el azúcar. Continuar la cocción 30 minutos más removiendo periódicamente.