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EL TEMAMACARRONES RELLENOS DE CARRILLERAS, LA RECETA DE LA XARXA, Y EL VINO FINCA GARBET DE PERELADA. POR MIQUEL SEN

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Probablemente tendríamos que bucear en nuestra historia más vieja para saber porque nunca estamos contentos con lo que tenemos. Siempre nos parece poco y por esta razón culpamos al vecino más próximo. Cuando el General Franco se enfrentó al fracaso de constatar que  en 1954 teníamos la misma renta por capita que en el  inicio de la guerra civil del 36, la culpa de la miseria que se vivía no era resultado de su mala gestión, si no de la masonería y de la conjura internacional del comunismo. El pecado siempre es de otro. Si apean de la bici a un campeón porque tiene unos análisis de pena, no faltará un amplio sector de prensa dispuesto a escribir que en todas partes nos tienen envidia.
No me hubiera metido en este zarzal comparativo de no haber leído en blogs y prensa escrita comentarios sobre lo mal que nos trata la Guía Michelin. El mismo día en que descubría los más críticos, escuchaba en la televisión francesa un comentario sobre nuestros deportistas, Rafa Nadal a la cabeza, que merece la pena mencionar: “Francia esta en admiración frente a la calidad de los campeones españoles”. Dentro de este esquema se incluía el Barça y sus jugadores prodigiosos. Horas después escuché en nuestros medios el mismo concepto, traducido por esa mentalidad siniestra que lo condiciona todo, incluso lo bueno: los franceses nos tienen envidia. Habíamos pasado de un sentimiento noble, la admiración, a la envidia, nuestro pecado nacional.
Sale al mercado la guía roja, que la gente cree francesa , porque se llama Michelin, aunque los inspectores para España sean de aquí y de inmediato relucen las navajas. La guía esta equivocada en su valoración, porque a nosotros nadie nos tiene que decir quien merece una estrella. Leer los titulares de la prensa, al día siguiente a la presentación de la guía es una confirmación: por ejemplo un titular de La Vanguardia, “la cocina catalana se enfada con Michelin”, o “Freno a Catalunya, Qué error con Can fabes”, en El Periódico, ya apuntan sobre nuestra tradicional manera de ser. Queda en el tintero el hecho de que este año ha sido el de la explosión final de las burbujas, primero la financiera, luego la inmobiliaria y como daño colateral la gastronomica, que llevó al cierre, solo en Barcelona, a dos restaurantes con estrella.
Siendo este capitulo evidente, también lo es que, muerto Santi Santamaría, no se iban a mantener sus tres estrellas, a pesar de que en los fogones del Recó de Can Fabes esté Xavier Pellicer, un chef que ya ha detentado dos en otro establecimiento. Se ha escrito mil veces: “la tercera estrella es del chef”, pero esta frase cuesta aplicársela, cuando estamos convencidos de que todo lo malo es culpa de otros. También merecería comentario a parte la pasión que ahora desata Santi Santamaría a tantos críticos que lucharon por defenestrarlo, pidiendo facturas a sus proveedores, no fuera el caso de que en ellas figurara alguno de los productos químicos que provocaron el conflicto Ferran Adrià- Santi Santamaría. Todo eso y algo más queda para el libro de memorias que estoy preparando.
Lo positivo de este año ha quedado en ultimo termino, empañado por la ira hispánica ante la injusticia universal. Vamos a lo positivo, Jordi Cruz sigue adelante como una flecha, recupera el galardón Casa Marcelo y paralelamente se mantienen las estrellas de una larga serie de restaurantes, con una única estrella, que, al margen de los solistas, son los que dan calidad global a la música culinaria de fondo. Por ejemplo Hisop , un restaurante con un chef de nivel, que practica una cocina compleja y bien pensada. Probablemente sea uno de los restaurantes con estrella más económicos de Europa, lo que me parece podría figurar en algún titular.  Dentro de este contexto altamente positivo debemos recordar que Casamar, el reino del chef Quim Casellas, ha ganado su primera, integrándose a ese segmento de alta calidad que da el autentico nivel de la cocina de un país en el que solo nos preocupamos de los tenores. Hace 4 años anuncié que Casellas, al margen de cocinar con excelencia, había entendido como unir tradición, producto e ideas culinarias absolutamente personales. Ahora que luce un galardón será un descubrimiento que espero sepa resistir a la presión del circo culinario, que dice Martín Beratasegui. En este caso, y en algunos más, coincido con la Guía. En otros no, pero no por eso diré que es un libro francés hecho sin criterio. Lo tiene y es el suyo, como debe suceder cuando un editor paga las facturas de sus inspectores y luego lleva su libro a imprenta. Lo divertido del caso es que el tomo rojo resultante es, a juicio de muchos, una porquería por la que todos pierden la razón o las posaderas.

Miquel Sen