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TEMPRANILLO Y TEXAS: UN TRABAJO EN PROGRESO
Por Víctor Llacuna
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Víctor Llacuna: Víctor Llacuna: Licenciado en Ciencias de la Información por la Universidad Autónoma de Barcelona. Miembro de la sociedad Culinary Historians of Boston. Ha sido colaborador de Catalunya Universitaria, Regió7, Popular 1 y Diari de Tarragona. Es Máster en Educación por la Universidad de Barcelona y Máster en Estudios Hispánicos por Boston College University. Hace trece años que vive en Boston donde ha trabajado como profesor de lengua y literatura. Coleccionista de libros sobre temas relacionados con la gastronomía y las distintas bebidas. Aficionado a asistir a conferencias y eventos sobre temas gastronómicos.


Texas es aún un estado por descubrir en el mundo del vino, a pesar de que algunas de sus bodegas ya han conseguido premios. Es cierto que los misioneros franciscanos plantaron viñas en la zona de lo que hoy es El Paso a mitad del siglo XVII. También lo es que a finales del siglo XIX, durante la filoxera, Francia recibió injertos creados por T.V. Munson provinientes de viñas texanas. Pero los años de la Prohibición del alcohol (1920-1933) borraron a este estado del mapa vitivinícola. Toda la labor hecha se concentra en los últimos cuarenta años, aunque el mayor progreso se ha dado en los últimos cinco años. Se trata, por tanto, de una industria joven en busca de una identidad que ha encontrado una opción en la variedad tempranillo. La opinión general es que queda aún un largo recorrido para obtener el máximo nivel de esta uva, pero también existe un consenso del potencial que la tempranillo tiene en Texas.

Aunque inicialmente el renacimiento del vino texano tuvo lugar fundamentalmente a partir de uvas internacionalmente populares como cabernet sauvignon o chardonnay, sus bodegueros, con gran ánimo emprendedor, han perseverado en la experimentación con variedades que se adapten al clima y la composición de su suelo. Rowdy Bolen, miembro del consejo regulador de la Denominación de Origen Texas High Plains afirma que “la tempranillo y la viognier son las dos variedades que mayor han crecido en popularidad”. El hecho de que la revista Crave organizara una cata a ciegas en verano del año pasado de vinos texanos de tempranillo, y que tenga previsto organizar una nueva incluyendo también tempranillos españoles muestra este interés.

Bolen explica que  “aunque  España y Texas no están en la misma latitud,  las condiciones de las zonas de Texas High Plains, Hill Country y el  Norte de Texas son similares a las de España”. Específicamente, la Mancha tiene unas características climáticas y de suelo parecidas al estado norteamericano, aunque en la Mancha se planta consistentemente a mayor altura, un hecho algo más irregular en Texas. En cuanto a las cualidades de la tempranillo, Rowdy Bolen destaca que “son viñas vigorosas, que producen uvas de piel gruesa, de color oscuro y con buenos taninos. Produce fruta de gran calidad, excelente tanto para vinos monovarietales como para coupage con otras variedades”, principalmente la cabernet sauvignon. Julie Kuhlken, una de las propietarias de Pedernales Cellars comparte esta opinión: “Creo que muchas bodegas del estado están llegando a la conclusión de que la tempranillo es una uva exitosa en esta clima y suelo”. En el caso de Pedernales, han combinado el trabajo del veterano vitucultor texano Jim Brown con la de la juventud de David Kuhlken, educado en la Facultad de Enología de la Universidad de California en Davis. Tuve ocasión de probar un Pedernales Reserva del 2011. La sensación no era la de estar bebiendo una imitación de vino español. Me sorprendió su personalidad propia y era un vino placentero. Evidentemente no puede considerarse un solo vino como representante de todos, pero al menos indica el nivel que podría llegarse en un preciso momento. Aún queda mucho trabajo por hacer y la cabernet continúa apareciendo como la variedad tinta más utilizada por los bodegueros texanos.

Un nombre fundamental  en la implantación de la tempranillo en Texas es Dan Gatlin. Perteneciente a una familia de vendedores de vino y licores, inició su carrera como viticultor en los años 80. En 1981 encargó que le mandaran veintidós distintas variedades desde California para experimentar cuál se adaptaría mejor al terreno del oeste de Texas. Gatlin vio claro que la zona era propicia para plantar viñas propias de la Península Ibérica o de Italia. En 1997, la familia Gatlin creó  Inwood Winery, cerca de Dallas. Dan Gatlin convenció a un importante viticultor, Neal Newsom, para que le permitiera plantar tempranillo en sus tierras, las cuales consideraba ideales para el crecimiento de esta variedad. Gatlin puso las viñas y pidió a Newsom que pusiera la mano de obra.  En el año 2006 Inwood Winery comercializó su primer vino tinto: un Tempranillo-Cabernet de la cosecha del 2003. Posteriormente nació Cornelious (la primera cosecha es del 2005), un vino 100% tempranillo.

Una de las claves para posicionarse en el mercado es mostrar una diferenciación clara respecto de las otras regiones productoras. En su momento, Oregón apostó fuerte por la pinot noir y la zona de Finger Lakes en el estado de Nueva York lo hizo por la riesling. Gatlin cree que la relación Texas-tempranillo es prometedora, pero será necesario que pasen los años para ver el resultado. Afirma que sus vinos líderes continúan siendo los de cabernet y lo serán durante al menos algunos años más. Texas no es un terreno uniforme y hay que encontrar la uva idónea para cada zona concreta.

Su precaución contrasta con un comprensible interés en predecir el futuro por parte de medios de comunicación y sommeliers. En un artículo publicado en junio en Winemakers Blog Dan Gatlin se muestra muy crítico con aquellos que consideran que el clima en Texas es demasiado caluroso como para producir finos, y tampoco aprecia las predicciones de futuro sin contar con todos los elementos que forman parte de la producción vinícola. Gatlin afirma contundentemente que “solamente el 15% de los vinos texanos son de alta calidad”, a pesar de que los precios no bajan, en general, de los 20 dólares. Defiende la modernización y el uso de tecnologías para mejorar el producto, un esfuerzo mayor de profesionalidad para dotar al vino texano de un nivel de calidad consistente. El camino de Texas en la industria del vino, con un potencial protagonismo de la variedad tempranillo, es un trabajo en progreso, un proceso de aprendizaje.